CAZADORES CAZADOS

   Aunque las luces de las estrellas eran luminosas esa noche, la bruma tapaba el esplendor de éstas y para Erum, aún conociéndose la zona, le costó seguir el rumbo hacia Taran. Sabía que su hermano se dirigía hacia allí. Corrió entre la abierta maleza y los arboles con lanza en mano mirando de vez en cuando hacia atrás, el miedo fue desapareciendo y éste decidió bajar el ritmo ya que nadie le seguía, paró un instante para reconocer el sitio donde estaba y en ese instante entre la vegetación escucho un ruido de ramas rompiéndose; apuntó con su lanza a ese oscuro lugar, se hizo el silencio, de repente un lobo de las llanuras saltó hacia él intentando derribarle, pero Erum era ágil y rodó hacia un lado, poniéndose en guardia hacia el lobo; éste era de pelaje grisáceo y bastante grande, aunque Erum había cazado muchos lobos no sería presa fácil. Se quedaron mirándose el uno al otro cuando de la oscuridad, observó varios ojos amarillos.

     ― ¡Maldita sea! ― masculló entre dientes.

 

   La situación empeoraba, dos lobos algo más pequeños salieron a la poca luz que había en el lugar y otros dos les siguieron después, en total cinco grandes cánidos empezaron a rodear a Erum, gruñendo y jadeando, relamiéndose como si fueran a darse un festín con su carne. Erum sopeso la situación y veía que no saldría de esta, pero por lo menos se llevaría alguno por delante, la noche se tornaría de sangre y muerte.

   El primero que se abalanzó hacia él fue el de más a su derecha, Erum lo esquivó y un segundo atacó por detrás. A Erum solo le dio tiempo de tirarse al suelo con lanza en ristre, clavandosela en este último y matándolo casi al instante mientras que la baba caía en el rostro del tumbado; Pegó un aullido de dolor antes de fallecer la terrible fiera, con la lanza ensartada en su peludo cuerpo. De espaldas al suelo y empujando con las piernas,  intentó sacarla aun con la mano crispada por el terrible golpe, pero en ese instante el más grande de los lobos se abalanzó sobre él de un salto; su fin se acercaba, cerró los ojos…  se hizo el silencio durante un instante, para más tarde abrirlos.

  Contempló al lobo sostenido en el aire, agarrado por la mano de la criatura que vieron antes, éste observó al rugiente lupino como cuando se coge a un cachorro de la nuca y lo lanzó contra un árbol.

   Erum seguía sin verle bien, solo su enorme figura se podía vislumbrar entre sombras, cuando un lobo de pelaje gris mordió la enorme pierna del desconocido, casi sin inmutarse miró al lobo, alzo el puño y golpeó la cabeza del cánido aplastandola contra el suelo, dejando algunos colmillos clavados en la pierna. Otro saltó sobre su espalda y le mordió el hombro casi desencajándose la mandíbula para hacerlo, el rugido de la bestia sonaba en la oscuridad, cualquiera hubiera chillado de dolor, pero éste no pronuncio alarido alguno. El enorme coloso lo cogió de la cabeza y uso al lobo como maza contra el suelo, una y otra vez, hasta que lo soltó inerte.

   Erum retrocedió hasta dar con la espalda en un árbol, admirando la brutal escena, ya solo quedaban dos lobos y uno de ellos renqueante del golpe contra el árbol. La figura no tomó ni guardia ante estos dos, como si supiera que estos no podían vencer la contienda, el lobo más grande gruñó y observó a sus camaradas muertos, miró a la descomunal figura, valoró el riesgo y decidió marcharse, cojeando, no se esperaban una presa tan terrible; giró antes de irse y se introdujeron en la nocturnidad del bosque, desapareciendo de la vista de los dos.

 

  La extraña figura observó a Erum, se acercó a éste. El miedo se acrecentó en la mirada del explorador allí caído, en cámbio, lo único que observó fue el ofrecimiento de la mano de el enorme desconocido,  La cogió y se incorporó, por fín pudo verle más claramente y solo pudo pronunciar con total desconcierto ante aquella visión.

   ― ¿Quién eres?

 

 

 

   Al este y situado en las afueras del pueblo se encontraba el puente de piedra de Taran.

   Maeco, junto con Alamar, Rusk, Saens, Dork y otros tantos miembros de la gran aldea,  se encontraban sobre el puente. Se dirigian al lugar del incidente,  para averiguar qué había ocurrido con Erum y ese extraño desconocido.

   Aunque Alamar no tenía motivos de montar tal algazara, la veracidad de la historia del hermano de Erum debía ser descubierta por todos.

  ― Deberíamos darnos prisa, quizás mi hermano esté en peligro ―comentó Alamar ―. Me iré adelantando por…

  ― ¡Para insensato! Adonde crees que vas. ¡Ven aquí! ―le gritó Rusk ― Iremos todos, según nos has descrito no sabemos que nos podemos encontrar.

    ― ¡ Claro! Seguro que algunos del pueblo fueron a darles un susto y se asustaron él y su hermano de sus sombras   murmuró Dork a Saens, en plan irónico.

   Alamar se giró y dijo enojado   ― ¿ Qué estas insinuando ?  ¡ Yo sé lo que vi, y si vuelves a decir algo así, te meteré la lanza tan adentro que te la sacare por la boca !

  ―Yo solo digo,  que nunca hubiera abandonado a mi hermano ni hubiera salido corriendo ―le expresó Dork.

   Eso enojó aún más a Alamar, y con el grito de  ― ¡Bastardo!  Se lanzó hacia Dork.

   Una pequeña trifulca se organizó entre estos;  Saens y Rusk intentaron separarles, cuando una voz se hizo.

   ― ¡Basta ya! ―gritó Maeco mirándolos  ― ¿ Qué pasa aquí ? Hemos perdido a un explorador y vosotros os ponéis a pelearos como críos.

   ― Dork , si vuelves hacer un comentario así te envío de una patada al cubil de lobos más hambriento que haya por la zona ― éste agacho la cabeza

   ― Y tú,  Alamar, Dork en parte tiene razón , no debiste de huir, debiste apoyar a tu hermano; a saber dónde estará…

    ― ¡Maeco! ― Exclamo Alamar.

   ― ¡Ni se te ocurra chico, te estoy diciendo que tu hermano está ahí afuera y…!

     ― ¡Maeco, mira! ― Dijo Rusk.

   Éste se giró sorprendido hacia donde oteaban todos, situados ya en la linde del puente de piedra,  observaron cómo Erum se acercaba a ellos salido de la noche, parecía estar totalmente ileso.

     ― ¡Erum!  ― gritó Alamar mientras corría hacia él.

   En ese instante detrás de Erum y saliendo de la oscuridad , apareció una figura enorme, en ese momento Alamar se paró de golpe a unos pasos de su hermano y un miedo que ya conocía le inundo de nuevo. Todos en el puente se acercaron y apuntaron con sus armas al extraño, sintiendo el temor en sus carnes, incluyendo Maeco. La luz de las antorchas que portaban iluminaban el lugar y pudieron observar quien estaba postrado allí; en principio era como ellos solo que mucho más alto, más fuerte, el color de su piel era de un rojo intenso, de pelo corto y negro, de intensos ojos verdes, ataviado con pieles de torso para abajo, sostenía en sus hombros tres lobos enormes ya muertos, permaneció inmóvil detrás de Erum, expectante.

   ― Tranquilos, no pasa nada, viene conmigo ― indicó Erum. Se adelantó a su hermano y le miró, Alamar se lanzó para abrazarlo diciéndole..

  ―Lo siento hermano, yo no quería huir, lo siento... ―Erum lo tranquilizó.

   ― ¡Chissst!, tranquilo no pasa nada, tranquilo. ¡Pero no vuelvas a dejarme solo o te mato!

 

   Los dos allegados tornaron una sonrisa, se acercaron al grupo de Maeco y se relajó un poco el ambiente, aunque no quitaban ojo al enigmático de tez roja.

      ―Erum ¿Estas bién? ¿Qué ha pasado? ― Preguntó Maeco.

 

   Éste les explico lo sucedido, entonces Maeco decidió ir donde el exótico extranjero, Rusk iba con él, cada paso que daban era como llevar losas en los pies, ya que solo el pensamiento de acercarse a él les infundía la necesidad de huir. Se pararon a unos pasos frente al extraño y dijo Maeco.

   ― Debo darte las gracias por salvarle, no todos hubieran combatido contra los lobos ―el desconocido seguía mudo ―. Verás, me gustaría saber quién sois.

   Le costaba mantener la mirada, nunca había sentido una presencia tan intimidatoria. Miró a Rusk que estaba a unos pasos detrás de él ,intentando buscar apoyo moral, pero este estaba amedrentado también, entonces se giró de repente al escuchar una voz potente decir:

   ― ¡Nezreth! Así has de llamarme.

   Arrojó delante de Maeco los cuerpos de los lobos derrotados. El temor del Nhekâm en parte desapareció y empezó a surgir la duda.

 

 

   La noche pasó y dejó paso al amanecer en el pueblo, donde rumores y murmullos empezaron anegar la gran aldea.

   Nezreth se despertó a la luz del alba, al entrar por varias estrechas ventanas de su habitación;  Con solo una cama, una mesa y su silla, un barreño de barro para acicalarse y bastante comida en un plato. Le habían permitido esa noche refugiarse en la choza oeste más alejada del pueblo, un pequeño refugio apartado de la gran aldea.

  Seguía cubriéndose con las mantas que cogió la noche anterior, entonces se levantó, se acercó al barreño y se lavó la cara. Por primera vez se vió, ojos de color verde se reflejaban en el agua, cara curtida y ruda, fina barba de varios días y la tán intensa piel roja, era extraño para él, verse por primera vez. Se acercó a la única puerta que había y escucho voces fuera, no entendía bien que decían, pero sabía que hablaban de él, aunque alguna frase pudo discernir.

     ― ¿Qué hace aquí?... ¿De dónde viene?...

   Intentó empujar la puerta y notó que estaba cerrada por fuera, las voces se callaron de repente y decidió no intentarlo más, ya vendrían a abrirle. Escuchó un ruido en una de las ventanas y se dirigió allí, observó la cara de un crío mirando por ella,  desapareciendo de inmediato de su vista.

   Nezreth observó como varios de éstos se alejaban y tras algunos pasos se giraban y señalaban en la dirección de la choza, moviendo los brazos, chillando y dando saltos como si hubieran visto un tesoro o algo asombroso.

   Nezreth se alejó de la abertura que daba al exterior y se sentó en la cama, se quedó pensativo, era todo tan nuevo para él; El que fueran parecidos a él, el entenderles, la llama de la montaña que parecía ser algún ser divino, el aura que desprendía a su alrededor, todo esto le desconcertaba, entonces la escucho de nuevo.

     <<Búscala, guíalooos>>

   La voz, aun con un tono apagado, le habló de nuevo y le tranquilizó, por algún motivo sabía que ésta solo quería su bien, así que aceptó y esperó pacientemente.

 

 

    Mientras tanto Dork y Saens se dirigieron rápidamente por las calles de Taran, sorteando puestos del mercado de la plaza central, solo escuchaban como la gente hablaba sobre el “nuevo visitante” del pueblo.    Estaban bastante alborotados esa mañana y les costó llegar algo a la casa de Maeco, ya que algunos les detenían en su enloquecida carrera para preguntarles:

   ― ¿Quién es o qué hace aquí? ¿No será un bandido? ¿Es tan grande como dicen?

Ellos los ignoraban, tenían otras preocupaciones. Golpearon fuertemente la puerta de su Nhekâm, nadie abrió, insistieron y esta vez con el resultado de abrirles Enea, con ceño fruncido.

    ― Si vais a tirar mi puerta decídmelo antes. ¡Por qué golpeáis así! , ni que se estuviera quemando Taran;  en ese instante apareció Neia que abrazó a su madre ― No pasa nada cariño, tranquila.

   Al unisonó dijeron los dos ― lo sentimos, mucho ―uno arrascandose la nuca y el otro el estómago. Dork entonces la dijo.

   ― Es que se ha despertado y nos dijeron que en el momento de hacerlo avisáramos raudos a Maeco, y… ― éste apareció por el fondo de la casa terminando de vestirse y acercándose a ellos a la vez.

   ― ¿Qué pasa Enea?

   ―Aquí, Dork y Saens que quieren tirar la casa abajo por que alguien se ha levantado.

   Maeco se apresuró a la puerta no sin antes coger su cuchillo y lanza,  antes de salir Enea le preguntó.

    ―Maeco , ¿qué pasó anoche, quién vino? no me has dicho nada, ya sé,  que para no preocuparme, pero dime algo.

Maeco la miró, la besó  ― luego mi amor, luego.

   Se introdujeron en la plaza hasta que Enea y Neia les perdieron de vista entre la multitud, quedandose algo desconcertada por lo que no le contaba Maeco.

 

   Rusk y otros habitantes de la aldea esperaban fuera de la choza donde se encontraba Nezreth, más unos cuantos espectadores más pequeños, aunque estos más alejados. La puerta la habían cerrado y atrancado desde fuera para que no pudiera salir y así tenerlo controlado; en ese instante apareció doblando una esquina de una morada Maeco junto con Dork y Saens, apresurándose a la choza, cuando Rusk se interpuso en su camino.

   ― Sigue dentro, está despierto y por un momento ha intentado salir ―informó Rusk de forma inmediata.

   ― ¿Tú crees que no ha salido por qué no ha querido ?¿ has visto su tamaño y lo que hizo ayer con los lobos ? ¡Con sus propias manos según Erum!, está esperando que entremos, lo que me preocupa es para qué.

   Maeco se situó delante de la puerta, abrió el cerrojo con la llave, quitó el listón de madera y antes de empujar la puerta le recorrió un escalofrió por la espalda. Observó a Rusk asintiendo con la cabeza y Rusk le devolvió el gesto apretando la lanza en sus manos.

   ― Entremos ―indicó Maeco.

   Se lo encontraron sentado en la cama como si esta fuera de juguete por su tamaño, Maeco cayó en ello y para sus adentros murmuro.

   << ¡Mierda!>>

   Intentó que eso no le afectara, el miedo que sintieron la pasada noche fue mucho mayor que el que sentían ahora, era algo más controlable, tácitamente le miraron y éste fue el primero en hablar.

   ―Tú debes de ser Maeco, el líder del pueblo.

Maeco se sorprendió; Nezreth siguió hablando sin reparo en lo que decía.

   ―Tranquilo, escuché tu nombre la otra noche , y tú debes de ser Rusk, ¿verdad?

    ― Sí, ¡ehh!, ese es mi nombre.

    ― Antes de que empecéis abordarme con preguntas, os diré que vengo de la cumbre de la montaña que está junto al pueblo.

Entonces preguntó Rusk  ― ¿Roca de plata?

  ― ¿ Si así la llamáis ?,  Observé luces en el valle y decidí bajar , entonces en el camino me encontré con Erum y su hermano, hummm... ―miró a Rusk, 

   ― ¡Eehh! ¡Alamar, sí Alamar!

 ― Pues Alamar entonces, salió corriendo y detrás Erum, les seguí, entonces supuse que me llevarían más rectos a Taran.

   A Maeco le extrañó como pronunció el nombre del pueblo, como si fuera ya parte de él; prosiguió hablando Nezreth todavía sentado.

   ― Seguí el rastro de ambos y encontré a Erum en el bosque cerca de la aldea luchando con los lobos, le ayudé a vencerlos y nos dirigimos hasta aquí, el resto ya lo conocéis.

   Maeco y Rusk tenían los ojos tan abiertos que parecía que se les iban a salir de las cuencas. Se hizo una breve pausa y Maeco reacciono.

   ― Has dicho que venias de la cumbre de la montaña ¿Has vivido allí siempre?

   ― ¡No exactamente! ―contestó Nezreth. Suspiró por lo que iba a decir, sabía que sería difícil de asimilar ― Pertenezco a la llama que hay en la cima.

 

   Se hizo otra vez un breve silencio.

   ― Es mi dios,  ¡Sé que es difícil de creer, pero es verdad!, podéis ir a comprobarlo vosotros mismos.

 

   Lo primero que se le pasó a Maeco por la cabeza fue. <<Está loco>>, pero tuvo miedo de que pudiera leer sus pensamientos y desecho esa idea rápido, entonces expresó.

   ― Puedes espera un momento aquí, Nezreth ―tuvo el valor de decir su nombre, aun con la tensión del ambiente ahora mismo.

   Sacó casi a rastras a Rusk de la choza, por la pequeña conmoción que éste tenía, pero antes de salir Nezreth indicó a los dos.

   ― Date prisa Maeco, mi paciencia tiene un límite

   En otro momento le hubiera sonado a amenaza, pero sabía que no podría retenerlo mucho más en aquella choza.

 

 

   Maeco y Rusk se alejaron bastante de la choza, no querían que les escuchara a ninguno, los demás se quedaron mirando como cuchicheaban entre ellos. Entonces Maeco le dijo a Rusk.

   ― ¿Tu qué piensas? Es una historia muy rara y la verdad me ha dejado sin palabras, no sé…

   Rusk dió un soplo largo y una leve sonrisa se dibujó en su cara por un instante.

   ― Maeco, he escuchado muchas historias a lo largo de mi vida, pero esto sobrepasa todas, sin duda, no sé qué decirte. Lo decía muy seguro de sí mismo, … ¡Que ha nacido de una llama!

Maeco se quedó oteando la choza, pensativo.

   ― ¿Has visto el aspecto que tiene?, no es normal y según Erum parecía moverse muy bien por la noche cuando se enfrentó a los lobos, no sé.          Qué tal si echamos un vistazo a la cima de Roca de plata, aunque de esa parte de la montaña solo conozco la mina y alrededores, ¿y tú?

   ― Lo mismo que tú,  Maeco, aunque… ―Rusk se quedó pensativo un instante ― ¿Te acuerdas hace tres inviernos cuando dos pequeños se perdieron en la montaña ? ¡Hubieran muerto por frío o devorados por lobos! y te acuerdas quien los encontró.

   Maeco recordó tal hecho y contestó a Rusk. ― Haremos una cosa, no creo que lo podamos retener más tiempo así que lo dejaremos salir, pero con escolta, ¡tú irás con él! Intenta averiguar cosas de él, de acuerdo ¡Ah! seguramente te hará preguntas así que ten cuidado con lo que le dices, no vaya a ser en realidad un espía de Cyrgul que quiera saber el mineral que sacamos.

   ―  ¿ Y por qué no vas tú ? ― Rusk le miró un poco enojado.

Maeco exhibió una picaresca sonrisa.

   ― Porque soy tu Nhekâm y te digo que vayas tú.

   ― Cuando quieres eres Nhekâm, cuando quieres eres mi amigo. ¡No sé qué pensar! ¡Para eso es mejor tenerte como enemigo!

   Rusk se dio la vuelta refunfuñando y se dirigió a la choza, mientras que Maeco se internó en Taran en busca de su habitante más anciano.

 

 

 

          .........

 

 

   Se llamaba Offa Grilk Darael, algunos decían que tenía más de cien años, por su aspecto algo decrepito, pelo alborotado y blanco, de piel roja oscura y arrugada, ojos castaños y de ceño siempre fruncido. Parecía siempre estar malhumorado, aunque era solo fachada, era más duro de lo que creían. Poseía la única destilería de Taran y la segunda taberna del pueblo,  llamada " El cerdo enjaulado ", a causa de una anécdota que le pasó a su padre por culpa de un cerdo que se bebió casi todo el alcohol al quedarse encerrado en la taberna. Situada cerca de la plaza, no era frecuentada por muchos ya que los habitantes de Taran eran más asiduos a trabajar que ha beber, y siempre acababa siendo el único que se emborrachaba. Vivía en la misma taberna que en realidad era su antigua casa reformada para ello, mesas y sillas desperdigadas por el gran comedor que usaba para servir sus bebidas, además de un gran mostrador de madera en el cual atendía a los sedientos. Poseía un sótano donde destilaba toda clase de plantas, con lo que sacaba bebidas muy “interesantes”, él mismo les ponía nombres exóticos,  como  " Quema Gargantas " o " Desgarra Tripas ", aunque su preferida era " Ojos en Blanco ", ya que dos tragos de esta agua de fuego, ¡y curiosamente se te ponían los ojos en blanco! Estaba hecha de hongos que solo crecían cerca de la mina de Roca de plata, no eran venenosos lo único que olían tan mal que ningún animal se acercaba por la mina, lo cual era una ventaja para los mineros de Taran ,  ya acostumbrados al olor, incluso impregnaban la zona de alrededor con estos hongos para que los lobos no atacaran esa parte del territorio, a estas setas las llamaban Alarmantes. También era un excelente herbolario ya que poseía conocimiento sobre todo tipo de hierbas que aliviaban molestias y dolores a todos los habitantes de Taran, aunque había otros conocedores de las plantas en el pueblo que eran más sanadores que él.

   Este se encontraba solo detrás de la barra, ya que tan temprano todos estaban a sus labores, cuando el viejo vóo entrar a Maeco por la puerta de su taberna...

   ― ¡Qué tal estamos esta mañana guía de los cazadores! Ha entrado usted en la famosa morada de Offa, ¿qué desea tomar?, pero antes tendrá que esperar ya que otros clientes esperan ― le dijo mirando a Maeco.

   Maeco miró a los lados sin ver a nadie, ladeando la cabeza de un lado a otro en señal de decepción.

   ― Venga no estoy de humor esta mañana, aunque sí necesito un trago.

   ― ¡Huyy! algo ha tenido que pasar si has venido a beber a estas horas. ¿Está bien Enea y tu hija? ― Offa le sirvió un poco de " Quema gargantas "y otro para él.

   Maeco le dió un trago y se quedó mirando el vaso, ardía como el fuego, el viejo hizo lo mismo.

   ― Haber muchacho, te conozco desde que eras un crío y sé que no has venido solo a pasar un rato con un anciano ― volvió a rellenar los vasos.

   ―No tiene nada que ver con mi familia, es que la pasada noche pasó algo extraño en las afueras. ¿No te has enterado o no te han contado nada?

   ― ¡No!, Anoche estuve metido en el sótano probando nuevas “recetas” y no salí ni para mear, aunque parezca mentira  ―hecho unas risas, Maeco también sonrió un poco.

   ― Verás, ha venido un extraño a Taran, algo diferente a nosotros y dice que viene de Roca de plata, más concretamente de la cima y como veras tú eres el que mejor se conoce esa zona.

   Offa le miraba atentamente, dió un trago y contestó. ―Ya sé por dónde vas, muchacho, ¿Cómo es el extraño?

   ― Pues muy alto y fuerte, con una piel muy roja, pero eso no es lo más raro ―dió un largo trago,  ― La primera impresión al verle fue de huir, no había sentido tal cosa en mi vida, creo que los demás sintieron lo mismo, ¡y no me avergüenza decirlo!, fue muy insólito ― los dos se quedaron pensativos...

   Offa relleno los vasos por tercera vez y mirando el suyo comentó.

   ― Sabes que nuestra piel ha ido perdiendo su origen con el tiempo. Mira muchacho, lo único que te puedo decir es que en la cumbre nunca he visto a nadie, seguramente sea un maleante de Cyrgul, ya sabes lo que opino de ellos y de sus trampas para embaucar,  o solo un viajero que quiere una cama y un plato caliente fácil de conseguir, aunque te diré lo que me decía mi padre cuando todavía era un crío ―dió un trago y miró a los ojos a Maeco;  ― Cuanta más roja es la piel, ¡ más poderosa es la magia ! ―Se quedaron un poco pensativos, cuando exclamó el viejo tabernero, ―¡Pero bueno! Bebete el tuyo que se enfría.

   ― Gracias, pero ya tengo bastante, me voy ya ―dejó dos monedas de cobre en la barra y se alejó.

   ― ¡ Oye que son tres monedas !.

   ― Solo me he bebido dos vasos de tu matarratas, el otro bebetelo tú, además,  ¡Seguro que tienes montones de barriles de este ardiente brebaje en tu sótano ! ―contestó Maeco mientras salía de la taberna de Offa.

   Este gruño detrás de la barra, se bebió el vaso de Maeco y puso cara de incrédulo diciendo

   ― ¡Humm!, Matarratas, el nombre que estaba buscando para mi nuevo mejunje.

 

 

 

   Rusk se introdujo en la choza con Dork y Saens, se encontró a Nezreth de pie esperándolos, observándolos tranquilamente, cuando les preguntó, 

   ―Y bien. ¿Puedo salir ya?

   Rusk se sentía algo menos incomodo al tener a Nezreth delante, el coloso ya empezaba a dominar su “aura”.

   ― Sí, no hay inconveniente en que te enseñe el pueblo, yo mismo te guiare.

   En cuanto Nezreth salió,  notó por primera vez la luz del día plenamente en su rostro, rayos de sol asomaban por pequeñas calvas entre las nubes grises del cielo, este totalmente cubierto hasta el horizonte, aun así, le reconfortó y vio por fin en su totalidad su tez rojiza, mucho más que la de los habitantes de Taran. Seguía vestido con las mantas que cogió de Erum que le tapaban de cintura para abajo; Rusk se puso a su lado mientras que Dork y Saens les seguían por detrás,  diciendo a los pequeños que se asomaban por esquinas y muros para ver al nuevo visitante, que se fueran a jugar a otro lugar, entonces Nezreth habló a Rusk.

   ― ¿Es así siempre? ― admirando hacia las alturas.

   ― ¿Cómo? ¿A qué te refieres?

   ― Al cielo. Desde que llegué anoche solo he visto algunas estrellas y esta poca luz, incluso el horizonte acaba con esa inmensa cordillera, como si las nubes se la tragaran.

   ― Sí, a veces peor, mucho más tapado; Hay días que me levanto preguntándome si todavía es de noche, la llamamos " La Bruma ", por ahora es todo lo que necesitas saber de ella.

   A Nezreth le molestó un poco esa contestación, pero prefirió callar y ser paciente.

   Mientras caminaban por las calles de Taran la gente los miraba, algunos con preocupación y otros con interés

   ― ¿Quién será? ¿De dónde viene? ¿A lo mejor es un espía de Cyrgul ―comentaban al verlos, pero sin dejar de hacer sus labores.

   Dork y Saens contemplaban al enrome desconocido mientras hablaban, ― es más grande de día que de noche, ¿ no te parece ?; esa piel tan roja, ¿habrá nacido así? ― preguntaba Dork, tocando a Saens en el hombro.

   ― ¡Es igual de grande de día como de noche! ¡Zopenco! ―se tomó un tiempo, 

― Además, no es para tanto, seguro que en su pueblo es el más pequeño de todos.

   ―Claro, ¿ como nosotros estamos acostumbrados a ver gigantes rojos todos los días ! ― dijo Dork moviendo la cabeza de lado a lado.

   ― ¡Chisst!, ¡ habla más bajo a ver si nos va a oír ! ―le replicó Saens.

   ― Lo raro es que no te hayan comido todavía los lobos.

   Saens se paró de golpe, miró a Dork y le hizo unas muecas burlescas ― ¡Será porque soy un buen cazador!

   Mientras tanto Rusk y Nezreth conversaban tranquilamente,  caminando por las calles del pueblo. Rusk empezó a bajar la guardia frente al enigmático de piel roja, empezó a coger algo de cordialidad con él.

   ― ¿Cuéntame cosas de tí y de tu pueblo, Rusk?

   Rusk se sorprendió de la confianza con la que le había hecho esa pregunta.

   ― Verás,  los Nezarins de Tarán nos dividimos en exploradores, mineros y recolectores, cada uno tiene…

   En ese instante le interrumpió Nezreth.

   ― ¿Los Nezarins? ¿ Así os llamáis ?

   Rusk se asombró un poco , ― sí, todos en Taran somos Nezarins, como en el resto de los territorios.

   ― ¿Entonces yo soy un Nezarin? ―preguntó Nezreth.

   Rusk le miró de arriba abajo, resopló y contestó a Nezreth;  ― Bueno, sí, ¡ aunque nunca había visto a nadie como tú !

   ― ¿A qué te refieres?

   ― Pues que mira tú tez y mira la mía, todos los que conozco son más o menos parecidos, ¡y ya no digamos tu altura y fuerza! No he conocido a nadie que matara tres lobos de las llanuras con las manos, creo que eres otra clase de Nezarin.

   ― Entiendo, sigue contando sobre Taran y los Nezarins ―comentó Nezreth.

   ― Como te decía , nos dividimos en exploradores, mineros y recolectores  cada uno tiene un Nhekâm y antes de que me preguntes que és un Nhekâm, significa líder o guía. Maeco es el Nhekâm de los exploradores y nos dedicamos a la caza, exploración y protección del pueblo. El trabajo de los mineros es el de las construcciones de Taran, desde una casa a un carromato. Como ves no nos podemos quejar de nuestras viviendas, fuertes y duras ―decía ésto mientras golpeaba un muro de granito de una de las casas del pueblo de dos plantas ―, además recogen Plata, Levanita y otros materiales de la mina, situada en Roca de plata.

   Nezreth le miraba con aquellos ojos verdes, mientras que a Rusk se le soltaba la lengua más de lo debido.

   ― La Levanita es un material muy ligero y muy duro, y se extrae de la única mina que existe en todo el territorio Nezarin, así que imagínate su importancia.

   ― El Nhekâm de los mineros es Ankos, le conocerás más tarde. Por último, los recolectores, son los que cultivan y crían ganado, nos alimentan a todos nosotros, su Nhekâm es Asana. Como ves todos son importantes y colaboramos juntos, Taran es el único asentamiento que posee tres líderes, así creemos que llevamos mejor las cosas.    Existen otros que dominan en solitario ciudades y territorios, siendo más poderosos, en ese caso se les llama Vhadhák o “ Jerarca ”, pero dejemos eso para más tarde, ¿Hasta ahora bien?

   ―Sí.

   Rusk se sorprendió de lo que le contaba al desconocido Nezarin, no sabía por qué, pero se encontraba cómodo al contarle todo aquello.

   ― ¿No hay un Vhadhák que gobierne a todos los Nezarins?

   ― ¡No, no! Cada uno domina sus terrenos y en Taran procuramos cooperar entre nosotros.  así funcionamos, aunque algunos se creen los dueños de todo y de todos, eso les hace muy peligrosos ―contestó Rusk mascullando entre dientes.

   ― ¿Y si hay un problema común que afecte a todos los Nezarins?

   ― Si pasara eso , estaríamos perdidos, te lo aseguro. Los Vhadhák fuera de Taran se ocupan de sus asuntos y raro es verlos actuar en alianza.

   ― Entiendo ―respondió Nezreth. El gigante carmesí intuía que le ocultaba algo, pero no quiso atosigar al explorador.

 

 

   Tras recorrer estrechas calles y alguna pequeña plazuela, se fueron acercando a la plaza central del pueblo, en esta gran plazoleta se reunían los recolectores para formar el mercado, intercambiaban por trueque o por monedas, alimentos y animales.    Nezreth notó como muchas de las miradas se le clavaban, observándolo y murmurando sobre él, aquella situación le incomodaba un poco.

   ―Esto es el centro del pueblo, donde ya ves que hay mucho ajetreo de comercio, aunque me parece que hoy el principal tema de conversación de todos eres tú ―Rusk lanzó una leve sonrisa a Nezreth, mientras algunas mozas pasaban al lado de ellos y miraban al poderoso titán rojo, chismorreando entre ellas. Este empezó a coger confianza y Nezreth led devolvia la sonrisa, pero sin mediar palabra. Lo que veía le asombraba, quería saber más de todo aquello.

 

 

 

   Neia y los demás críos jugaban en la plaza, corriendo entre los puestos, mientras que Enea estaba en uno de los tenderetes del mercado vendiendo algunas verduras y frutos que habían cultivado, a la vez que charlaba con los suyos.

   Neia y dos amigas se escondieron para que no las encontraran detrás del pozo que estaba en medio de la plaza, cuando salió corriendo por un lado de este, chocando desafortunadamente con Nezreth y cayendo al suelo de culo, soltando un ― ¡Ay!

   Nezreth la contempló sorprendido, mientras que los demás críos se fueron acercando alborotados y risueños. Neia lo miró con unos ojos desorbitados que fueron subiendo hasta ver la cara del Titán carmesí, sonriendo a la cría mientras le ofrecía una mano para levantarse, ella le cogió la mano y se alzó, con los ojos abiertos todavía más. La plaza se quedó en silencio, mientras que solo se escuchó un nombre entre el tumulto que observaba la escena.

   ―¡¡Neia!! ―gritó Enea corriendo desorbitada hacia ella. Llegando a la altura de Neia y se abrazaron mutuamente, admirando a Nezreth, en realidad toda la plaza miraba en esa dirección.

   Entonces Rusk dijo apresuradamente mirando a Enea; saboa cómo era el temperamento de Emea y no espero.

   ― Tu retoño estaba jugando y chocó con Nezreth, ha sido un lamentable accidente. ¡Enea! En verdad Nezreth ha ofrecido su mano para que la cría se levantara.

   Esta observo a Nezreth, a la vez que miraba a su hija.

   ― ¡Estas bien Neia! ― mientras la tanteaba por si encontraba alguna herida en su frágil cuerpo.

   La cría no dejaba de admirar a Nezreth, boquiabierta. Nezreth estaba en silencio observando, mientras conseguía controlar por completo su “aura”, no quería espantar a nadie, aun así, su presencia imponía a todos.

   Enea oteó a Nezreth con enojado rostro y sin decir palabra se giró, se dirigió a su casa con su hija perdiéndose entre la multitud.

   Todos los expectantes Nezarins siguieron poco a poco con sus quehaceres, aunque todavía contemplando al llegado al pueblo, cuando Rusk comentó con sonrisa en boca.

   ― Este día lo recordaré durante toda mi vida, ¡Neia se ha quedado sin palabras delante de tí! Me encantará ver la cara de Maeco cuando se entere.

   Nezreth observó a Rusk un poco desconcertado.

   ― ¿ Que ha pasado exactamente ? ¿He hecho algo malo?

   ―Sábes, me estas empezando a caer bien ― le expresó el cazador.

 

   Con las cosas más calmadas Rusk y Nezreth salieron de la plaza, siguiéndoles Dork y Saens, encontrándose con la única herrería de Taran. Allí forjaban a golpe de martillo utensilios de trabajo de campo, como picos, palas y armas de caza como flechas y lanzas, entre otras cosas. Nezreth averiguó que los Nezarins eran buenos herreros o por lo menos así era en Taran; aunque el principal mineral que usaban era la plata, también manejaban el hierro, acero y la Levanita que extraían de la mina de Roca de plata. Nezreth tenía muchas preguntas por hacer cuando de repente apareció el Nhekâm de los exploradores, saliendo de la taberna de Offa, que estaba cerca de la herrería.

   ― ¡Maeco! ―dijo Rusk, acercándosele.

   ― Bueno,  ¿ como ha ido todo, Rusk? ,¿has hecho conocedor de Táran a nuestro invitado? ―preguntó Maeco

   Contestó Rusk, mientras Nezreth observaba el sitio de donde había salido Maeco

   ―Sí, la verdad es que le he estado poniendo un poco al tanto de lo que hacemos en el pueblo, aunque lo mejor del día es que ha conocido a Enea hace poco, en la plaza ―Rusk pusó una sonrisa de oreja a oreja.

   Le empezó a entrar un ardor de estómago a Maeco, no sabía si por el Matarratas o por lo que le acabó diciéndole Rusk. Conocía muy bien a Enea y su genio.

   ―Ya se ha liado ― Murmuro Dork a Saens.

   ― ¿Y qué tal?

   ― Pues verás , tu hija pequeña estaba jugando en la plaza, cuando chocó con Nezreth y cayó al suelo, no se hizo ninguna herida, pero lo mejor fue cuando Enea llego y…

   ― ¡No me digas más! ―este se mordió el labio en señal de preocupación.

   ― Pues, aunque te parezca increíble cogió a la cría, se dió la vuelta y se fue a casa, ¡sin decir nada! ―Rusk volvió a tener esa sonrisa larga.

   Maeco miró a Nezreth, observó a Rusk y volvió a mirar a Nezreth, resopló y comentó.

   ― Bueno y por el resto, ¿bien todo?

   ― ¡Si! ―exclamó Rusk. La sonrisa de este persistía.

   ― ¡ O quitas esa sonrisa o te mando a cazar lobos de noche, tu solo ! ―amenazó Maeco a su amigo.

   Rusk quitó la sonrisa, Dork y Saens dieron un paso atrás. Aquella embarazosa escena se vio frustrada por un suceso aún peor.

   En ese instante por una de las callejuelas, asomaron varios Nezarins con alguien herido, apoyándose en los hombros de dos exploradores. El maltrecho era Ramios, un recolector, sangraba abundantemente por la pierna y parecía no tener fin su suplicio.

   ― ¿Qué ha pasado? ―preguntó Maeco.

   ― ¡Arghhh! ―Ramios gritó de dolor.

   ― Los lobos le atacaron mientras trabajaba en el campo, llegamos justo a tiempo para poder ahuyentarlos, pero le hirieron.

   ― ¡Han atacado de día! Se están volviendo más agresivos al no haber más caza para ellos ―comentó Rusk.

   ― ¡Rápido, meterlo en la taberna! ―exclamó Maeco.

   Se introdujeron todos en la taberna de Offa,  quien se sobresaltó de toda la gente que estaba entrando, poniendo una sonrisa y diciendose ― ¡haré plata hoy !―, pero se le quito rápido esa idea al ver al herido.

   ― ¡Encima de la mesa, ya!

   Rusk miró a los dos exploradores y les ordenó

   ― Vosotros dos,  id a ver si habido algún otro ataque, ¡corred! ―estos dos salieron raudos a inspeccionar la zona. ―¡ Id a buscar a la pareja de Ramios !―refiriéndose a Dork y Saens, quienes salieron corriendo también.

   Offa se percató en ese instante de Nezreth. Se quedó boquiabierto al contemplarlo, en ese intervalo de tiempo le dijo Maeco.

   ― ¡Offa!, trae alcohol.

   El anciano Nezarin seguía absorto mirando al gigante rojo. Nezreth observaba la situación sin actuar, por ahora solo debía hacer eso. Entonces gritó otra vez Maeco reprimiendo al viejo.

   ― ¡¡Offa!!

   Este ya oteó a Maeco y preguntó dubitativo.

   ― ¿Qué?

   ― ¡Alcohol!

   Offa se apresuró en llevarles tal preciado líquido con andar tembloroso.

   Mientras tanto, Rusk le estaba apretando el torniquete que le habían hecho los dos exploradores para que no se desangrara, aquello le salvo la vida.

   ― ¡Argghhhh! ―Ramios grito de dolor. Rusk le metió una cuchara de palo en la boca mientras le sujetaba los brazos como podía.

   ― ¡Muerde esto!

   Ramios la mordió entre estertores de dolor, Maeco rasgó con un cuchillo la ropa que le quedaba en la pierna y vió la profundidad de la herida, muy abierta y sangrante.

   Offa le dió el Quema Gargantas a Maeco, todavía observando al apartado Nezreth,

le dió un sorbo y hechó sin avisar en la herida.

   Ramios se agitaba de dolor y maldecía a Maeco y Rusk. El color de su piel se volvió más rojo de la tensión que sufría.

   ―Vamos a tener que cauterizar la herida ―dijo Rusk mirando a Maeco, ambos sujetaban fuertemente a Ramios que estaba escuchando todo y meneaba la cabeza en señal de negación, incluso balbuceando.

   ― ¡Ooonono, noonnoo! ―la cuchara seguía en su boca.

   ― Ramios, si no lo hacemos, puedes morir desangrado, ¡No tienes elección! ―le explicó Maeco.

   Ramios observó a Maeco, miró a Rusk y a Offa, y al final asintió con la cabeza. No había otro camino.

   ― ¿Offa tienes algo para quemar la herida? ―preguntó Maeco.

   ― ¡Si!

   Salió corriendo a su sótano, al rato vino con un hierro incandescente que usaba en su destilería para mover las brasas, lo sujetaba con unos guantes reforzados en cuero y acero, estaba al rojo vivo como si hubiera salido directo del fuego de una forja.

   ― Cuando te diga ponlo en la herida.

   ― ¡No puedo, no! ¡Y si le quemo más, o le mato! ―a Offa le temblaban las manos demasiado para aquello.,Rusk y Maeco se percataron de ello.

   Offa miró a Nezreth y dijo ofreciendole casi el hierro.

   ― ¡Que lo haga él!,  ¡Si él!

   Maeco y Rusk miraron a Nezreth, sin decir nada frunció el ceño y observó a todos con fría mirada, miró al viejo y cogió el hierro. Se acercó a Ramios, que se percató ahora de Nezreth, vislumbrandolo con desorbitados ojos de dolor y meneando la cabeza otra vez a los lados en señal de negación.

   Rusk le quitó la cuchara de la boca, casi le parte los dientes metiendole en la boca  la botella de golpe, le dió unos grandes tragos, dio un suspiro , Rusk le metió la cuchara otra vez en la boca diciendo.

   ― ¡Mejor!

   Ramios asintió con grandes sudores y entrecortada respiración.

   ― ¿Estáis preparados? ―preguntó Maeco.

   Todos afirmaron con la cabeza. Miró a Nezreth y le indicó con voz fuerte.

   ― ¡Ahora!

   Nezreth puso el hierro sobre la herida de Ramios el cual gritaba de dolor, se podía oler la carne quemada en el ambiente y el humo saliendo de la herida.

   Ramios gritó ― ¡Aaaarghhh!

   Nezreth quitó el hierro de la pierna de Ramios quien estuvo a punto de desmayarse si no llega a ser por lo que vio;  Ramios escupió la cuchara marcada por las muescas de sus dientes y sorprendido miró la mano de Nezreth, sin pronunciar palabra, hecho una rápida mirada a todos los allí presentes y contempló a Nezreth directamente.          Rusk y Maeco miraron extrañados a Ramios y vieron lo que él estaba observando, atónitos se quedaron. Offa se acercó a Nezreth extendiendo las manos hacia arriba, entonces depositó el hierro aún caliente en las manos con guantes de Offa. Nezreth enseñó la palma de su mano sin ninguna marca de quemadura en ella.

   ― ¿Quién eres en realidad? ―preguntó Maeco con total estupefacción.

 

 

 

 

 

 

   Enea había cambiado de ropa a Neia, mientras observaba por última vez si tenía alguna herida por el encontronazo con Nezreth, mientras que la pequeña miraba a su madre muy atentamente. Enea se percató del rostro de su hija.

   ― ¿Qué pasa mi amor?

   Neia se mordió el labio y no contesto, su madre frunció el ceño y dijo.

   ―No estoy enfadada contigo mi amor, lo que pasa es que no quiero que hables con extraños, ¿de acuerdo?

   ― Pero es que estábamos jugando y choqué con él sin querer. ¡Era tan grande y su color de piel muy roja!

   ―Bueno, prométeme que no te acercaras nunca más a ese Nezarin ― le dijo Enea a Neia.

   ―Te lo prometo, mama ―sonrió y abrazó a su madre, se separaron y Neia con tierno rostro pregunto ―.Mama, ¿papa sabía lo del Nezarin rojo?

   Le cambió la cara a Enea de repente.

   ―Tu padre va a dormir algunas noches en el establo, por no contar las cosas a mama, lo cual nunca debes hacer tú.

   Siguieron con sus quehaceres, con curiosidad en el pensamiento de la cría y dudas en el de la madre.

 

 

   Mientras tanto en las afueras del pueblo unos visitantes de otro lugar llegaban a las lindes de Taran.

 

 

   Erum y Alamar estuvieron explorando a caballo el camino que llevaba a Atón, ciudad al sureste de Taran. Por ahora sin ningún encontronazo con los lobos, estos solían ser más nocturnos, atacando a sus presas desde las sombras, aunque eso estaba cambiando.

   ― ¡Sabes!, si supiéramos donde está el cubil de los lobos podríamos exterminarlos de golpe. La verdad es que las zonas de alrededor no son muy boscosas y nos las conocemos muy bien para lo bien oculto que están. Yo creo que deben de estar en la montaña cubiertos por el terreno o algún tipo de brujería, por… ― observó a Alamar, abstraído en otro lugar ― Haber, ¿Qué te pasa?

   ― No sé lo que hubiera hecho si hubieras muerto la otra noche, nunca me lo hubiera perdonado, el huir como un cobarde, no se… ―miró avergonzado a su hermano y bajo la cabeza.

   ― ¡Venga, no seas tan mártir! No tienes que arrepentirte de nada de lo que ocurrió, yo también sentí miedo y corrí detrás de ti, por suerte para los dos ,Nezreth me salvó la vida. ¡Aunque sea un total desconocido y no sepamos casi nada de él!, así que deja de atormentarte hermano.

   ― Quiero que sepas que nunca lo volveré hacer, sabes que daría mi vida por tí, es lo único que quería decirte ―Alamar extendió el brazo hacia Erum y cogiendoselo en símbolo de fortalecimiento entre ellos. Ámbos sonrieron y siguieron avanzando cuando otearon unos carromatos en su dirección, por el camino hacia Taran; esperaron a que llegaran a su altura.

   ― ¡Buenos días! ―contestó el Nezarin del primer carro.

   ― ¡Buenos días! ―contestaron los hermanos al unisono ― ¿ A dónde se dirigen? ―preguntó Erum, observando que eran tres carromatos con toda clase de viajeros, llevaban en estos bártulos y utensilios, parecían colonos.

   El jinete del primer carromato, de corta barba y algo fondón, que iba acompañado de una Nezarin bastante oronda también, miró atrás a los otros dos carromatos, volvió a otear a los hermanos cuando decidió contestarles.

   ― Somos de Atón, bueno , éramos de Atón; Me llamo Kitero y ella es mi amada Akilda, venimos a Taran a trabajar en la mina o cualquier otra labor, en los demás carromatos están mis hijos e hijas ―este señaló con la mano hacia los carromatos a su espalda ― Mirto, Erasses, Murerk, Cania, Estela, Triono, Ret...

   Le interrumpió Erum sorprendido.

   ― ¡Vale, vale! Veo que no has perdido el tiempo, yo soy Erum y él es Alamar, somos exploradores de Taran.

   Kitero y su amada rieron, a la vez que decía.

   ― Bueno en total quince, saludad muchachos.

   Estos hicieron ademan de saludar un poco a desgana, seguramente por el cansancio del viaje o por no conocer a los que montaban.

   Alamar dijo en bajo a su hermano.

   ― ¿Quince ?, ¡Ni que fueran conejos!

   ― ¡Chistt!, calla ―masculló entre dientes Erum, miró a Kitero y le preguntó ― ¿Y por qué has venido con toda tu familia, incluyendo a los más pequeños? Ellos no podrán trabajar y no solo eso, parece que llevas tu casa a cuestas.

   A Kitero le cambió el rostro y contestó a Erum de manera consternada.

   ― La verdad es que pensábamos quedarnos en Tarán ,si es posible, la vida de dónde vengo se ha vuelto más difícil para todos, por los crueles recaudadores de Cyrgul, que piden cada vez más impuestos, aunque no les pertenezca la ciudad, y ahora encima han hecho una nueva ley de levas entre los Nezarins ―Kitero miró a tres de sus vástagos los más adultos ―. Es muy duro separarse de tus seres queridos, ¡Aunque tenga muchos! ―sonrió un poco ― así que , aquí estamos, con todo lo nuestro.

   Erum y Alamar se observaron e hicieron ademan de acompañarlos hasta el pueblo, lo escuchado emociono a los dos hermanos.

   ― Os acompañaremos hasta Taran, estos caminos están infectados de lobos de las llanuras y sería peligroso que siguierais el camino solos.

   ― Me llena de regocijo el escuchar esto, os lo agradezco de verdad, yo y todos los míos; En estos tiempos no corre mucha gratitud entre nosotros y es raro que la ofrezcan.

 

   Y así se pusieron en movimiento hacia el pueblo, mientras que entre algunos roquedales, cerca del camino, unos atentos ojos amarillentos observaban la caravana.    El hambre de aquellos fieros animales no era tan grande como para luchar en ese momento, así que decidieron buscar presas más fáciles de cazar y así saciar su voraz apetito.